Alcohol

Bebidas alcohólicas

El alcohol que encontramos en las bebidas alcohólicas es el etanol o alcohol etílico. Es un líquido incoloro de olor característico y soluble en agua. La graduación de una bebida hace referencia al porcentaje de alcohol puro que estaría presente en la misma. Según el modo de obtenerlas, podemos clasificar las bebidas alcohólicas en dos grandes grupos:

  • Fermentadas: Este tipo de bebidas se obtienen a través de la fermentación de los azucares de frutas y cereales. Su graduación suele estar entre el 5% y el 15% aproximadamente. Ejemplos de estas bebidas serían la cerveza, el vino, la sidra, el cava, etc.
  • Destiladas: Se obtienen a partir de un líquido fermentado, que se somete a una destilación, un proceso físico que permite aumentar la concentración de alcohol. Por este motivo, en este grupo las bebidas presentan una graduación mayor que las fermentadas, a partir del 30%-40% (aproximadamente) en adelante. Ejemplos de estas bebidas serían el vodka, el tequila, el ron, la ginebra, etc.

Propiedades

El alcohol etílico es un depresor del sistema nervioso central, es decir, que ralentiza las funciones vitales. Según la dosis, se pueden experimentar diferentes efectos. A dosis bajas y/o moderadas puede provocar estados de euforia y de estimulación. Sin embargo, a dosis altas ralentiza todas las funciones vitales pudiendo inducir incluso el coma.

Al entrar en el organismo, es absorbido rápidamente por el aparato digestivo. Aunque una pequeña cantidad de alcohol pasa a la sangre a través del estómago, la mayor parte del alcohol es absorbido a través de las paredes del intestino delgado, desde donde pasa al torrente sanguíneo y viaja por todo el organismo, difundiéndose con facilidad hacia las células de los distintos órganos y tejidos.

A los 5 minutos de su consumo ya puede encontrarse alcohol en la sangre y su concentración máxima se produce aproximadamente a los 30 minutos de su ingesta. Una vez en el organismo, el alcohol recorre prácticamente todos los sistemas corporales, siendo en el cerebro donde se producen los efectos psicoactivos.

El 90% del alcohol ingerido se procesa a través del hígado, que lo metaboliza (lo transforma) para su eliminación. El 10% restante se elimina de forma directa (sin transformación) principalmente a través de la respiración, la orina y el sudor. En el caso de las mujeres, también puede pasar a la leche materna.

Posología

Según las diferentes proporciones de alcohol contenidas en los diferentes tipos de bebida, se acostumbra a tomar entre 10 gramos (caña de cerveza, vaso de vino o chupito) y 20 gramos (cubata) de alcohol por consumición. Se estima que puede existir un consumo de riesgo a partir de cierta cantidad en un mismo día. Para los hombres se considera un consumo de riesgo aquel que suponga una ingesta de bebidas alcohólicas que suponga el equivalente a más de 40 gramos de alcohol puro al día y, para las mujeres, a partir del equivalente a 24 gramos de alcohol puro al día.

Estas cantidades son orientativas. El consumo de alcohol puede producir daños en los consumidores dependiendo de multitud de variables: sexo, edad, peso, estado físico, estado psíquico, tipo de alcohol, situación, etc.

Cuanto más alcohol se halle en el cuerpo, más rápido aparecen los efectos depresores en el sistema nervioso central.

Contraindicaciones

En algunos casos, el consumo de alcohol debe evitarse:

  • En niños, mujeres embarazadas y/o en periodo de lactancia.
  • Si se padecen enfermedades hepáticas (del hígado) o del aparato digestivo.
  • Si se ha de conducir vehículos, manejar maquinaria o realizar actividades que requieran atención o entrañen peligro.
  • Si se padece algún trastorno psicológico que desaconseje el consumo de alcohol.

Precauciones

Los efectos del alcohol dependen de varios factores:

  • El sexo. Las mujeres tardan más en metabolizarlo, por lo que estará presente en su organismo durante más tiempo.
  • El peso corporal. A menor peso, mayor efecto.
  • La velocidad con la que se consume. Beber despacio hará que los niveles de alcoholemia no se disparen, reduciendo así la posibilidad de sufrir consecuencias negativas.
  • Tipo de bebida. No es lo mismo la cantidad de alcohol de una bebida fermentada que una destilada. Estas últimas suben antes (llevan más alcohol) y, si te pasas con ellas, las consecuencias negativas serán mayores que las positivas.
  • Beber con el estómago vacío. El alcohol pasará antes a la sangre incrementando las probabilidades de que te siente mal. Si vas a beber, procura hacerlo con el estómago lleno.
  • La tolerancia. Ocurre cuando se bebe de forma repetida. Esto implica que cada vez que se beba se necesitará más cantidad para conseguir los mismos efectos que antes se conseguían con menos cantidad. Procura no exceder la dosis límite para un consumo de riesgo señalada más arriba.

Alcohol y VIH

Un estudio reciente realizado con personas con VIH reveló que el consumo incluso moderado de alcohol podría ser perjudicial para su salud, por lo que aconsejaba que se fijara un umbral de seguridad en el consumo de alcohol más bajo en personas con el VIH que en la población general (véase más información en este enlace).

También hay que tener en cuenta que el efecto del alcohol (de desinhibición o de depresión) puede influir negativamente en la adherencia al tratamiento, es decir, que haga que sea más probable que las personas se salten alguna dosis de su terapia.

Efectos secundarios

En función de la cantidad de alcohol ingerida y de las particularidades de la persona, el consumo de alcohol puede relacionarse con una serie de reacciones adversas importantes: disminución de la capacidad de atención, juicio y control, problemas en el habla (dificultad para articular palabras), inestabilidad emocional, deterioro de las capacidades perceptivas, la memoria y la comprensión, descoordinación motriz, somnolencia, inconsciencia o incluso coma. Además, puede producir un efecto desinhibidor que favorece conductas que en otras circunstancias la persona podría juzgar inadecuadas.

El consumo crónico de alcohol en grandes cantidades se relaciona con problemas de salud como enfermedades hepáticas, dolencias cardiacas, problemas sexuales, daños cerebrales permanentes, cáncer de boca y garganta, etc.

Es aconsejable beber menos y disfrutar más, intercalar bebidas sin alcohol o espaciar los consumos.

Interacciones

Debido a las interacciones que se producen, hay que tener cuidado al combinarlo con las siguientes sustancias:

  • Con otros depresores, como los tranquilizantes (Trankimazin o Rohipnol), GHB/GBL o ketamina puede producir estados profundos de sedación con pérdida de conciencia e incluso el coma.
  • Con psicofármacos como benzodiacepinas (Diazepam, Lorazepam, Rivotril, etc.) se produce enlentecimiento de la respiración y, en dosis elevadas, la respiración puede llegar a detenerse. En dosis moderadas se multiplica el riesgo de efectos adversos (somnolencia excesiva, falta de coordinación, amnesia, etc.). En dosis elevadas, la combinación de alcohol y benzodiacepinas puede ser mortal.
  • Con cannabis: ya que puede aumentar la probabilidad de sufrir lipotimias y vómitos.
  • Con estimulantes tipo MDMA o anfetamina (speed) incrementa la deshidratación corporal y el riesgo de ‘golpe de calor’. Además, hace que se contrarresten los efectos de ambos, con lo que puede aparecer una tendencia a un mayor consumo con objeto de experimentar los efectos deseados y, por tanto, un aumento en los riesgos.
  • Con cocaína genera en el organismo el llamado coca-etileno, un metabolito de gran poder tóxico.
  • Con bebidas energéticas: Se puede enmascarar el efecto de ambas sustancias y aparecer la tendencia a consumir más de ambas.

Intoxicación

Ingiriendo grandes cantidades de alcohol, los efectos depresores se agudizan apareciendo dificultades para hablar y andar, vértigos, vómitos, temblores y disminución del nivel de conciencia (que puede llevar al coma y la muerte por parada cardiorrespiratoria). En el momento en que alguno de estos síntomas aparezca, se debe parar de beber inmediatamente, tomar algo de vitamina B (zumos y fruta) y, en caso de que la persona se encuentre mal, acudir inmediatamente al médico. No te cortes a la hora de llamar al médico o a una ambulancia. La aparición de arcadas y/o vómitos es señal de que el organismo no tolera ya más cantidad de alcohol. Por lo tanto, vomitar y seguir bebiendo solo aumenta las posibilidades de terminar mal la noche. Para reducir esta posibilidad, una buena opción puede ser intercalar bebidas sin alcohol o espaciar los consumos (no hacerlos tan seguidos).

La intoxicación etílica produce al día siguiente la llamada resaca. Se manifiesta con diferentes síntomas: cansancio, dolor de cabeza, vértigos, mayor sensibilidad a la luz y a los ruidos, ojos enrojecidos, dolores musculares y sed. También es frecuente sentir náuseas, vómitos y dolor de estómago. En general, la resaca comienza varias horas después de la última copa, momento en que los niveles de alcohol en la sangre comienzan a bajar y pueden alargarse más allá de las 24 horas siguientes. 

La resaca tiene lugar por el desgaste producido en el organismo y, por tanto, es importante reponer lo perdido. Tomar bebidas azucaradas, zumos y frutas, dormir y descansar pueden ser buenas opciones para que el organismo se recupere adecuadamente.

Manténgase fuera del alcance de los niños. Consulte a su médico o a personal especializado.

Para más información:
Este texto está adaptado de un documento elaborado por la organización Energy Control. Podrás encontrar más información en su web.

Nota: El objetivo de esta ficha es meramente informativo y en ningún caso se pretende estimular el consumo de esta droga, ni sustituir el asesoramiento médico. La organización no se hace responsable del uso inapropiado que pueda hacerse de esta ficha.